El pasado 25 de junio se procedió a la entrega de premios del Certamen TINTA NEGRA de relato policíaco promovido por la Biblioteca de Castilla la Mancha. No pude asistir al mismo ni disfrutar de la compañía de ilustres plumas toledanas por encontrarme tirada al sol en una idílica playa. ¡Una pena!
En esta ocasión quedé finalista y muy contenta, todo tengo que decirlo, ya que era la primera vez que intentaba suerte con este género en la versión de relato corto.
Mando mis felicitaciones al Jurado y a los Ganadores David Luna y Enrique Galindo.
Pronto publicarán el relato en la web de la Biblioteca. Os adelanto un pequeño avance:
OBJETIVO ALCAZAR
«Si de algo soy rico es de perplejidades y no de certezas».
«Todos los hechos que pueden ocurrirle a un hombre, desde el instante de su nacimiento hasta el de su muerte, han sido prefijados por él. Así, toda negligencia es deliberada, todo casual encuentro una cita, toda humillación una penitencia, todo fracaso una misteriosa victoria, toda muerte un suicidio. No hay consuelo más hábil que el pensamiento de que hemos elegido nuestras desdichas».
«Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca».
Jorge Luis Borges
Nadie puede precisar por qué y cómo ocurren las cosas, pero sí cuándo y dónde; siempre hay un muerto que habla, a su manera, a su ritmo, en su propia lengua… sólo hay que querer escucharlo e interpretar correctamente sus pistas. En esto consiste mi trabajo. Pero siempre hay casos que gustan más que otros. Y este, en concreto, no me gustó nada desde el principio. Feo, feo.
—Venga, será un buen impulso para tu carrera. Si consigues esclarecerlo, ascenderás. —dijo el orondo Sargento Miralles, mi jefe.
—Si, claro, como si tuviera que demostrar a cada momento quién soy y lo que valgo.
—No me defraudes, sé que estás a la altura —extendió la carpeta roja con ese temible “confidencial” en la portada—. Máxima prioridad, mínima publicidad. ¡Venga, cógelo ya! Es para ti, no me cabrees, ¡coño!
—Claro, claro: ¡Sí, señor…!
Con edding azul de gran grosor aparecía escrito el nombre del caso: Objetivo Alcázar. Sujeté la carpeta que me ofrecía y tiré de ella con furia. Tenía la impresión de que este caso no iba a ser ni mucho menos la plataforma de mi ascenso. Ya empezábamos mal: Un cambio de residencia obligado a Toledo. Desde la Sede Central de Madrid no podían procesar todas las pistas, era necesario establecer una base operativa en las oficinas del Museo del Ejército que estaba en la misma manzana del Alcázar. El Ayuntamiento se prestó al cierre temporal de una parte del edificio para ponerlo a nuestra disposición.
— ¿Total discreción?
—Lo de siempre. Ah, y no se olvide de notificar cualquier solicitud de ayuda adicional. Todo está centralizado, deberá recibir instrucciones precisas. No actúe por libre.
No lo he dicho aún, señores, —pero quizás alguien considere su importancia—, me presento: “En el cuerpo me conocen por Morales, me dedico a la investigación forense desde hace más de dos décadas, tengo cuarenta y siete años, gafotas, poseo unas piernas bastante largas y soy mujer. No tengo marido ni hijos ni nada que me ate a la vida más que una hipoteca pendiente de pago. Pero, mi trabajo es el motor fundamental de mi existencia y, se podría decir: soy de las pocas que disfrutan en mi trabajo, ampliamente. Podría añadir a mi curricular: metódica, racional y práctica.”
¿Te ha gustado esta publicación? Descubre más aquí.