Uno de mis relatos ha sido  seleccionado para formar parte de este libro tras el fallo del jurado. Os animo a leerlo.

LA TREMENDA

                                                                  “Donde hay agua hay misterios.” Y señalaba el pozo.
Cada mañana: ¡Niña, tráeme el pan! Al rato: ¡Niña, tráeme un “Celtas cortos”! 
Porque fumaba y se jactaba de ello a todas horas. Y yo, con mis ocho años, peregrinaba al estanco para traerle su paquetito blando azul y blanco sujetando las  vueltas y esperando no perder ninguna moneda.  
Cuando pretendía escabullirme, ella oía el resbalón de la puerta,  sacaba la cabeza  por la verja y me decía: ¡Perigalla!, ven-te-pa-cá, que te voy a dar una cosilla.
—Luego, abuela. Tengo que irme.  Entonces ella  me gritaba.  
Y yo, ojiplática me acercaba; respetuosa, expectante, y alargaba la mano esperando ver caer cinco duros por los servicios prestados. 
—¡Pero coño, arrímate más, que no te voy a comer! Y me arreaba un pedazo de hostión de alucine.
—Pero abuela, ¿qué pasa? Humillada sentía la sangre latir tras el oído. Y callaba.
—Ya tú sabes, ya tú sabes…  Pero, lo cierto es que yo no tenía ni idea.
 Así de tremenda era. Ahora, con cierta distancia, entiendo que le debo mucho: me  enseñó a escribir y el  sentido injusto de las palabras, la construcción de mapas de encuentros con veredas discrepantes. Sin quererlo, fue el germen de mi creación adulta gracias a los misterios del pozo. “Donde hay agua hay misterios.” Y lo señalaba. Esas y otras muchas cosas me decía para meterme el miedo dentro. Yo me meaba encima. Pero eso ya es otra historia.

 

                                                                                          

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