Gonzho dice que una cosa es ser pintor y otra artista, y que lo difícil es ser las dos cosas a la vez. Consulto el diccionario de la RAE para confirmar el concepto de artista: Persona que cultiva alguna de las bellas artes, persona dotada de la capacidad o habilidad necesarias para alguna de las bellas artes e incluso en su acepción 5, persona que hace algo con suma perfección. Sin embargo, para mí, que no soy la RAE ni mucho menos, el arte, no es algo consolidado, y el artista, por consiguiente, mucho menos, sino que está en permanente búsqueda de su propia esencia, poética, impronta, etc. El artista en cuanto a espectáculo me parece otra cosa; dado que aprende unas rutinas, las practica, las ejecuta con destreza y punto. Discutimos un poco el tema y al final llegamos al acuerdo: Venga, proponemos: pintor y buscador permanente.
Gritar. Verbo intransitivo. Sonido inarticulado. Realidad caótica.
¿Cuándo gritamos? Al llegar al mundo, cuando algo nos sorprende o nos asusta en derivada de la felicidad o la desesperación, como método de agresión, intimidación, incluso como imposición a los demás. Un grito expresa descontrol y desbordamiento de las emociones. Hasta ahí de acuerdo. Con la llegada del lenguaje, ya no nos hace falta gritar y sin embargo a veces se siguen oyendo esos gritos: del marido, de la madre, de la paciente, del usuario insatisfecho, se grita mucho, en general, todavía, a mi entender.
León Gieco dice: “Todos los gritos fuertes nacen de la soledad”. Estoy en modo crítico. No lo comparto totalmente, póngase cómo ejemplo la emoción de subir en una Montaña Rusa con amigos. Pero ese es otro Rock and Roll. Quiero entender a qué se refiere León Gieco.
— Gonzho, ¿por qué pintaste este cuadro? —le pregunté por messenger el día que acordamos la colaboración.
Y me contestó: “Porque se lo debía al niño que fui”.
La historia inventada. Entonces, imaginé a ese pequeño Gonzho de ocho años, tal vez, jugando en el salón de su casa, construyendo sobre la mesa camilla un universo Lego con naves, portaaviones, cohetes espaciales y un ejército de robots. Imaginándose la invasión del mundo con sus playmobil como elementos externos, absorto en sus batallas durante horas.
Imaginé, como supuesto necesario, que fue al baño, y la madre que había terminado de prepara la cena y necesitaba poner la mesa, así, sin previo aviso, de un brazado, barrió con todo y lo introdujo en el tambor de colón, y Gonzho, nuestro pequeño soñador, vio cómo su pequeño universo se veía arrastrado al interior de ese cubo de cartón. Y le faltaba el acto de coronación…
¡Nooooooooooooooooooooo!—gritó.
Este cuadro se llama » El grito de la infancia».
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