GUSTAVO BERNSTEIN
Arquitecto argentino con el que comparto mi pasión por la fotografía y las letras. Me gusta su forma de mirar los microorganismos:sus fotos emanan sensibilidad y para mí evocan muchas cosas. Supongo que la verdadera magia de la imagen es eso, la capacidad de conmover, de despertar algo en ti que te lleve a crear. Esto es lo que pasa cuando los buscadores de emociones entran en conexión: que una de sus imágenes me sugirió el texto que ahora comparto. Y desde aquí le doy las gracias por formar parte de mi mundo.
LA BELLEZA Y EL DOLOR DEL AMOR
Primera etapa del amor. Fuimos a veranear a Puerto Rico y visitamos una reserva natural llamada Las Cabezas de San Juan Fajardo. Entonces divisé este árbol, no sé qué hacía allí, porque era el único de su especie: chorisia speciosa que, tiene la particularidad de tener espinas en el tronco y atraer mariposas. No lo pude remediar y me lancé en busca de la foto perfecta. Me ubiqué al lado, y le pedí: Ven, aquí, por favor, hazme esta foto. Y entonces puse mi brazo en vertical a lo largo del tronco. Coge sólo el brazo desde el lateral para que se vean los pinchos, —puntualicé.
Posicionó su Nikon, calibró manualmente el zoom, pulsó el disparador y tomó la primera instantánea. Era un enamorado de la fotografía y siempre accedía a todas mis ocurrencias.
Pero después hundí mi brazo contra los pinchos con fuerza.
—¡No sigas, te vas a hacer daño! —exclamó con perplejidad.
—Hazme otra foto donde se vea la tensión del brazo desnudo apretando.
—No me gusta, déjalo, —insistió—. Y pulsó de nuevo para captar la imagen, con urgencia para evitar que me autolesionara.
—No entiendo. ¿Por qué haces eso?, —me reprochó en tono paternal.
—Para recordarme que la belleza de las cosas también duele, entonces retiré el brazo y busqué un pañuelo en la mochila, —me había hecho sangre—Continué explicando: Y porque cuando tú y yo nos dejemos, te mandaré esta foto para que recuerdes este día.
—Eso no va a pasar, nena, estoy enamorado de ti hasta la médula.
—Pasará, no tenemos ningún proyecto común, todo se agotará. Y si no, ya me dirás.
Y efectivamente, seis meses después,sucedió lo esperable, fue él quien me mandó la foto. Aprendió perfectamente la lección de la belleza del árbol, que, como el amor, es doloroso si lo aprietas demasiado sin ningún sentido.
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