HOJA ARRANCADA
En el vuelo de Madrid – Holanda del día cinco de agosto de 2018, a las 18:00 horas, me encuentro una revista de publicidad en el avión. Contenido previsible: vuelos, hoteles, características de la compañía, líneas, destinos regulares, publicidad variada de alta gama.
Y una hoja que está arrancada.
Enseguida, pido a la azafata que me traiga otra revista exactamente igual. Cotejo la página y está nuevamente arrancada. Le pido a la chica de al lado la suya para hacer la correspondiente comprobación. Igual. No está.
A mí estas cosas no me pueden pasar, porque ya no descansaré hasta saber qué había en esa página ¿Por qué se han arrancado todas esas hojas?—le pregunto a la azafata.
—No lo sé… —me contesta con incertidumbre encogiéndose de hombros, y continúa: no tenía constancia de este asunto. Pero podría revisarlo en las demás por si en alguna de ellas estuviera. Si me da un rato, tras servir las meriendas al pasaje, le atenderé.
—Sí, por favor, siento curiosidad.
Pasados unos quince minutos la azafata vuelve y me da una revista con una amplia sonrisa. —Aquí tiene.
La recepciono y paso las páginas hasta encontrar la número veinte. Sí , sí, aquí está. La observo y efectivamente, veo un anuncio de una selva tropical, con una mujer exuberante luciendo un bikini dorado y con un morenazo de muy señor mío. Claro que la imagen es muy sugerente y sensual. No lo niego, la mujer muy guapa, no lo niego, pero… que tampoco me parece suficiente como para arrancar la hoja. Hasta que observo que tiene una muestra de perfume para frotarse el cuello y las muñecas en la esquina inferior derecha. ¡Qué desilusión tan grande! Ya había empezado a pensar en una modelo que fue pareja del piloto y que no podría soportar que estuviera en las revistas de la compañía, o en un viaje que ya no estaba disponible porque ocurrió una catástrofe astronómica, o una historia de amor entre alguien de la tripulación, pero no, era una página publicitaria. Con su encanto eso sí, de la selva tropical y una mujer en paños menores, pero poco más. Y por un momento sentí que se había roto la magia de creer en una situación mucho más enrevesada…
Estuve un largo rato con la hoja abierta intentando imaginarme que más podría hacer. Después, yo también arranqué la hoja con el perfume incluido y me la guardé en el bolso. ¿ Y por qué? No hacía falta que arrancase la hoja, se preguntarán ustedes, con haberme frotado con el perfume y usarlo era suficiente, pero, por un momento pensé que eso le daría emoción al que como yo, un ser inquieto y curioso, ciento quince viajes después, también preguntó por la página veinte a otra azafata y nunca supo qué había en ella. Seres curiosos…