Supongo que todos hemos pensado alguna vez qué haríamos si nos tocase la lotería.
Pues puede que la suerte te acompañe. Te invito a reflexionar un poco sobre este tema con el siguiente relato.
VENTE CONMIGO.
Hoy podría haber sido como otro día. Nos vemos, hablamos, nos abrazamos, nos besamos, nos sentimos. Pero no. Hoy no ha sido así. Me ha preguntado sobre qué haría si me tocase la lotería. Y yo, muy a la altura del lugar donde estábamos tomando un café con hielo, rodeados de alfombras persas, con mármoles de Siria y la India, lámparas de cristal de murano y muebles del siglo XIX le contesto que así, a bote pronto, que me gustaría pasar una noche en el hotel más caro del mundo.
Buscamos en internet y localizamos una selección de hoteles. Nos vamos a los tres más excesivos: Aquí están nena, —me dice. Puedes elegir entre el crucero por el caribe Oliver´s Travel cuya noche ronda los 140.775 euros y disfrutar del esplendor del fondo marino.
—Sí, ese está bien. Demasiado caro, pero total, si me toca la lotería, sólo será una noche.
—También tienes el Hotel President Wilson, en Ginebra, cuyo importe pude ser en torno a los 65.000 euros la noche, eso sí, en uno de los distritos financieros y de negocio más importantes del mundo.
—¡Uy, no, qué rollazo, rodeados de hombres grises! A mí me gusta más el mar. Definitivamente no. Busquemos otro, le animo.
—Aquí también está el Hotel Four Seasons, con un interior sofisticado y vistas de vértigo desde la Penthouse. Este, en torno a los 43.654 euros la noche.
—Sigue pareciéndome demasiado caro y aburrido. Sigamos buscando, pues.
—Este podría ser: en Atenas, el Grand Resort Lagonissi, una Royal Villa está al alcance de tu mano por 37.540 euros la noche.
—Bueno, quizás, pero sigue siendo muy cara la noche. A ver otro más económico —apunto.
—Este pues, en el Golfo Pérsico. Hotel Burj Al Arab Jumeirah, situado en Dubai. Una demostración del lujo más extravagante. Por la reserva de una Royal Suite, pagarás 14.142 euros la noche—lee en voz alta y con gesto grandilocuente.
—Venga, pues ese. Adjudicado, confirmo. Y tras una pausa le pregunto: perdona, amor: ¿Tú qué harías si te tocase la lotería? ¿Querrías venirte conmigo?
—No, cariño, no, gracias. No haría nada de eso contigo. Estupefacta abro los ojos de par en par. Y le pregunto: ¿Y entonces?
—Pues entonces, te pagaría ese viaje a ti para que lo hicieras sola, y después gastaría el mismo importe en la FAO, para que ayudara a los 37 países que necesitan ayuda alimentaria externa. Hablamos de comer, reina, de vacunas, de niños que mueren, de asistencia sanitaria. No. No podría gastarme esa cantidad de dinero en lujo y superficialidad sabiendo que hay gente que pasa hambre y necesidades básicas. Definitivamente, haría algo por mejorar el mundo.
Estuvimos callados un largo rato. Reflexionando…Después nos abrazamos.
—En fin…, le contesté. Aunque si no compramos papeletas, no nos tocará nunca la lotería. Ese comentario sólo produjo una mueca oblicua en su sonrisa. Lección aprendida.
—Vente conmigo, amor — hay mucho por hacer.
—Sí.
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