Supongo que todos tenemos esos días tontos en los que necesitas hablar con alguien que por edad y experiencia es capaz de darte una opinión más objetiva de tu realidad. Y, si después de la conversación, te regalan una grulla y te preguntan: ¿Sabes que las grullas te enseñan a volar? —sonríes y agradeces el detalle—. Entonces te sientes afortunada por tener la suerte de contar en tu vida con personas de este tamaño.
Resumiendo: La grulla es protección, fidelidad, lealtad, esperanza y amor de por vida. No sé si dará resultado en eso del amor eterno, porque la mía llega con un poco de retraso… Aun así, gracias por el regalo Peter Loga y te prometo que, de forma simbólica, escucharé los consejos de la grulla sobre cómo volar. Aquí la dejaré en mi escritorio como testimonio material de tu metáfora.
Momento publicidad: Ale Ponce e Ivette Solange, mis chilenas flamencas, compañeras de viaje en 2016, junto con Camilita Tchandía ya investigaron al respecto antes que yo sobre la grulla y formaron un proyecto sociocultural en Chile llamado Casa Grulla, desde aquí, este pequeño y sincero impulso para ellas, por su tesón en mejorar el mundo, y porque también sé que los principios son duros, pero saber que ellas ya están volando me alegra muchísimo.